7 de abril de 2011

Cartas de Kafka

Hoy, al caer la tarde, he dado un paseo más o menos largo sin compañía. En realidad, es la primera vez que lo hago, porque en general salía a caminar con otra gente o, más a menudo aún, me quedaba en mi alojamiento, acostado. ¡Qué campiña ésta! ¡Ay, Mílena, si usted estuviera aquí, y tú, pobre cerebro incapaz de pensar! Y, sin embargo, mentiría si dijera que la extraño. Es el hechizo más perfecto y más doloroso. Usted está aquí, igual que yo y con mayor intensidad aún; allí donde yo estoy, está usted, como yo y más intensamente aún. No bromeo. A veces imagino que usted -que está aquí- extraña mi presencia y pregunta: "¿Pero dónde está? ¿Acaso no escribía diciendo que estaba en Merano?"

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