20 de diciembre de 2011

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Tengo los nervios nerviosísimos, con las puntas abiertas y los huesos asomados a la ventana. Tengo frio y la sartén por el mango, un halo y tres coronas de espinas. Un dilema contra la pared, un no deber nada, unas impotentes ganas de morderte la oreja como aquel famoso boxeador que, siendo el más animal, también era el más millonario.

Tengo un mundo y mil maneras de desmoronarlo, de moverme y de doler. Me encanta esta música, diría que esta canción suena por mi y me deja sentirme viva. Bajadas las luces y encendido el fuego me encontré agusto con lo hecho, desde entonces no hizo falta saber de más.

4 de diciembre de 2011

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Espera. Te he visto con cara de creer que sé cómo manejar esto, a qué altura llevarlo, la música de fondo y el destino. Perdona, pero he perdido las ganas de salvar el mundo después de tanta misión reventada contra una piedra, perdona, lo siento, pero a veces creo que no puedo mover ninguno de mis esfuerzos.
Acúsame del arrancar de la ropa, del conflicto, del latido de su recuerdo; -yo aquí sigo, intentando que no hablen por mi los míos-. Pienso en contarle una historia a tu oído, rascarle un escalofrío a un vértice de tu costado, recordar algo que termine bien y follarme a una versión de esta historia que no quiera ni hielo, ni muertes literarias, ni cambiar la canción.