Es como si todas se pasaran a intentarlo. Nadie debería ser capaz de obligarla a querer y, de serlo, no creo que pudiera servir de nada. Su rol es divagar, lamerte la mano y huir acto seguido. Saltará de lado a lado en busca de su madriguera favorita, debajo del sofá, donde nadie pueda alcanzarla.
Me parece inaudito que a un ser tan pequeño, egoísta y con los ojos pintados de negro le resulte tan sencillo verme y dibujarme una precisa cara de estúpida.
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