24 de mayo de 2011

Diarios de morbocicleta,

Encuentro una lista afónica de estúpidos misterios y tonterías sin compulsar. Hoy me pregunto por la espontánea sonrisa, mañana la duda será por qué los planetas dejaron de ser niños cuando se negaron a ponerse en fila. Dónde está el morbo cuando más lo necesito. Cuántas cervezas van a ser imprescindibles. Quiero saber a dónde me voy cuando empiezan las guerras sin que mis caballos corran, desbocados, tras causas perdidas. Para qué esas filas de hormigas blancas que, a trompicones, se precipitan amargamente por mi garganta ante el regocijo de unos pocos. Quién es el estúpido valiente que ha suicidado ese porro sin dejar que pierda la cabeza por un gran momento. A dónde iremos a parar y, justo antes de plantearme la (antepen)última pregunta, espero que en cualquier esquina aparezca el chino de los tres deseos dándole la vuelta al mundo sin dejar que nadie muera en el intento.

9 de mayo de 2011

09.05.2011

Hablaba de su padre, decía que nunca nadie le pillaba los chistes, pero su media sonrisa confirmaba que ella sí. También escondía un saco de secretos a voces, ultimamente ya conocía todo lo que le contaban, todo esto ha pasado antes por sus ojos. Para que funcionara trató de pesar, a su extraña manera, como siempre. Se me remueve la empatía al pensar que reconozco las paranoias que toman café en su azotea, la cercana distancia, las agradecidas sonrisas y el verde inconsciente.

Vuelvo a concursar por un zulo en el cielo, un recóndito rincón viciosamente tranquilo, no sé si alguna vez traté de aspirar a más. Me sentí incómoda en un banco de aquella ciudad en el extranjero, no importa el país, solo importa el suelo, su media altura me dice que pese a la forzada posición no me han desplumado en ninguna de las rondas. No puedo inventar demasiado, creo que había algo de una tortuga que no sabía cómo escaquearse de sus cartas y que el único as que quedaba en el montón ignoraba qué hacer con ella.


http://www.youtube.com/watch?v=qF6C_zZOrdE

6 de mayo de 2011

La tercera calle y media a la izquierda.

Hay un cuarto en el que aún no he dormido, tiene una de esas grandes ventanas que dan a un enjambre de edificios que, orgullosos, dan la espalda al emblemático gigante que perseguí con la mirada.

Hay un desconocido mes de agosto que se retrata desenfocado, una extraña tranquilidad turbada y muchísimas ganas de cambiar paredes. Se me revuelve una inquietud, un hueco para la guitarra y tantos ojos para ver lo que viene, que no me espero nada.