3 de abril de 2011

Cansada, me recosté sobre la cama y tuve un momento de lucidez optimista. Por fin fui consciente, traté de hacer evidente la realidad; mi realidad. Me había ido, escribí monotonía en un papel y lo rompí en tantos trozos como pude. A partir de ahora nunca podrán imputarme por haberme dejado llevar al rincón de una estantería que ni siquiera me gustaba. Había decidido ser un paso adelante, un podría ser convertido en Sí. Esa noche en el menú figuraban experiencias con fecha de caducidad para bolsillos vacíos, por lo menos durante un año, después ya veríamos, pero ya ni siquiera el pasado sería el mismo y cada mes tararearía una canción nueva.

Sentí pena por esa guitarra que, años después, siguió colgada tras el cristal de aquella tienda de instrumentos, recibiendo balas de ojos desinteresados mientras yo me entretenía con otras con más nombre que historia. Un día soñé que nunca nadie nos superó jugando a llevársela a casa.

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