La suerte no existe, pero tampoco se olvida. Es una ecuación subjetiva para cada uno de los habitantes de este mundo mal repartido. Son destellos a tiempo o a destiempo, sin lugar idóneo ni personas indicadas. Son las decisiones que tomamos sin darnos cuenta y que acaban determinando el camino. Estaba en aquel examen al que jamás te presentaste o en el lento caracol que, por error, tomó un atajo sin haberlo pretendido.
La suerte está en su cintura, y el afortunado ni siquiera se ha enterado de que ese papel al que su cartera hortera se ha acostumbrado es el único boleto ganador.
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1 comentario:
la suerte hay que salir a buscarla, aunque de miedo, aunque asuste. La suerte hay que encontrarla
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