Si me vendiera como cualquier artículo del tercer estante, siempre caducaría mañana. En el reverso dirían que evites tomarme en serio por las mañanas y que viene bien mezclarme con casi cualquier cosa. Que necesito música y madrugadas, que me quemo los hombros y la distancia entre mis pestañas mengua cuatro veces cada 24 horas. El resto, puro devenir e improvisación.
Por si nunca te han contado como suena un timple.
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