6 de octubre de 2010

II

Me tranquilizo, vuelvo a sentirme a menos velocidad de la que alcanza el mundo cuando las cosas se te escapan de las manos. Encuentro un folleto del horario de servicios, mis ojos leen la lista de oportunidades abiertas que salen a cada hora en punto – Galicia, Oviedo, Madrid,…Madrid-. Llámalo, incluso, llámame como quieras, pero sentí lo que te debe traspasar cuando te atropella una corazonada. Compro el billete y espero, tres cuartos de hora, en tres cuartos de hora salimos.

No para de llegar gente, tengo ese extraño cúmulo de nudos en el estómago y otro, más pequeño pero no menos incómodo, cerca de la garganta. Me levanto y allá vamos. Ya dentro me siento menos pequeña. Suena Reptilia, me acuerdo de ayer por la noche. Se nos escaparon de las manos las ganas de tentar a la suerte, la ironía, la noche en general y esta resaca en particular. Mítica última noche, como no podría haber sido de otra forma.

El viaje se me hace eterno, saco la libreta y trato de volver a escribir esa canción que siempre tengo en la punta de la lengua y tropieza con cada uno de mis dientes hasta rechinar. La he masticado tanto que cada vez quedan menos sabores dulces y agrios. Quién sabe, quizás un día te levantaste de la cama sin haberte dado cuenta de la prisa que se ha dado el tiempo en recorrer el camino y, de pronto, ese mismo día ves que ni tu vida ni tus prioridades son las mismas. Que por tu puerta ha entrado Resignación, ha hecho estragos y se ha ido dejando que Sorpresa te cuente el orden del día.

No hay comentarios: